El final de un año llegó y trajo la compañía del tan temido “balance”. La pregunta es: ¿Qué implica hacerlo? ¿De qué manera realizarlo para no sentir desazón por todo lo que no se hizo en el año? ¿Aprender a soltar es parte de ese proceso? Muchas preguntas se agolpan en mi mente, porque como quizás le haya pasado a otras personas, yo también planifiqué hacer muchas cosas en el año que se fue y no pude realizarlas a todas. Madurar lleva tiempo, esfuerzo y hasta lágrimas pero se siente bien cuando a medida que se avanza en el camino, se suelta aquello que ata al pasado o a deseos que hoy ya no nos representan.
Comienza un nuevo año, y con él viene la motivación por alcanzar las metas y sueños de ayer y de hoy. En el trajín de las fiestas, los balances y el día a día hacen que en ocasiones no se tenga el tiempo suficiente para sentarse y evaluar. Por eso hacer un BALANCE empieza por entender que se acabó un año, no tu vida. Y que todo lo que quisiste hacer y no pudiste por X razón, puedes hacerlo más adelante o planificar para otro momento.
A lo largo de mi trayectoria, me he encontrado con muchas personas que sostienen que no hacen balances porque siempre les da negativo. Entiendo a la perfección esa sensación, porque yo misma he transitado ese camino y sé que es real que puede suceder así. Pero ¿qué pasaría si se cambia el enfoque? ¿Si en vez de poner la mirada en lo que NO se pudo hacer, se empieza a valorar lo que SÍ se logró? Sea mucho o poco, ¡algo se pudo realizar! En la medida que nuestras vidas se llenen de GRATITUD vamos a seguir cosechando éxitos. Porque dejamos de enfocarnos en lo negativo sino que elegimos mirar todo lo positivo que encontramos en nuestras vidas, que te puedo asegurar que es muchísimo si aprendes a valorar lo verdaderamente importante.
Parte de que el balance dé positivo a final de año, es aprender a planificar con sabiduría teniendo en claro el propósito personal que rige tu vida. Cada quién tiene un plan, además metas y objetivos para lograrlo, que se adecuan a su vocación o llamado. No es igual en todas las personas, porque cada quien es único e irrepetible. De ahí la importancia de conocerse uno mismo para poder plantearse metas acordes a su misión personal. Una buena planificación da como resultado el 50% del tramo realizado con éxito. Aquí te comparto tres sugerencias para planificar con sabiduría:
- Destina un tiempo en tu agenda para la planificación: si nunca lo has hecho, dedica un fin de semana completo para poder realizarlo a conciencia. Si estás entrenada en planificar, tomar dos a tres horas de un día será suficiente.
- Planifica los próximos tres meses: aunque quieras abarcar más tiempo, limítate solo al próximo trimestre. Eso te dará el tiempo necesario para poder realizar las actividades que te has propuesto; claridad para tomar decisiones a corto plazo; y voluntad para evaluar lo realizado y cambiar de rumbo en caso de ser necesario.
- Sé consciente de tu capacidad productiva: no sobrecargues tu agenda con más actividades o compromisos. Toma tiempo para revisar tus responsabilidades, deseos y objetivos. Recuerda que descansar es parte del éxito.
El tiempo que se tiene en la tierra es limitado. De ahí surge la importancia de aprender a decir NO a ciertas propuestas para decir SÍ a aquellas que realmente están dentro de nuestro camino hacia lograr lo que deseamos. Aprender a planificar con sabiduría toma tiempo, es una actividad de prueba y error, que rinde sus frutos a medida que más se practica.
Si necesitas ayuda con éstos temas… ¡Déjame ser tu compañera de ruta en este viaje, conozco el camino y sé que te puedo ayudar!
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¡Dios te bendiga mucho!